Saturday, July 4, 2009

Lapidarium 5

Cuando realicé aquel surreal viaje al sahel, estaba asombrado de que las personas pudieran vivir en un ambiente tan seco, tan árido. Solo siete días después tomé la misma carretera pero ahora en dirección sur y para mi sorpresa la encontré llena de vida. Los ríos secos seguían estando ahí, desoladores, pero ahora veía pastizales, personas arando y sembrando. Cómo no pude ver esos hermosos árboles de mango a mi llegada, estaban ahí, en medio de la nada. Solo siete días en medio del Sahel habían cambiado la forma en que veía la carretera.


Estaba decidido a entrar a la Mezquita de Abuja, sin duda la mas grande del país. deseaba también tomar la foto que no pude tomar en el norte, la foto que me debe Nigeria: la calle llena de gente rezando hacia la Meca a las 2pm del viernes. Mi plan estaba cuidadosamente diseñado: llegar a Abuja con dos días de anticipación, encontrar tiempo para hacer reconocimiento de terreno, buscar el lugar donde se localiza la multitud, y un lugar donde esperar. Como siempre mi plan salió mal. Para empezar en Abuja me encontré con Misao, con quien disfruté de los cuatro restaurantes y de las tres salas de cine de la ciudad, lo que consumió mis dos primeros días, imposibilitando las actividades de reconocimiento. Adicionalmente, la noche del jueves asistí a la fiesta española y a su exitosa y decadente secuela liderada por la representación francesa, lo que me obligó a llegar al hotel a las 4am. A la 1pm del viernes la escena no podría ser mas desoladora: 42 grados centígrados, gafas oscuras, dos botellas de agua heladas calentándose rápidamente. Misao llegó al poco tiempo casi arrastrándose. Era la primera resaca de su vida. Me dio los buenos días Japoneses: “Ohayo Gozaimasu D San…”, sin responder, le pasé la segunda botella de agua helada. La tomó algo asombrada: “Anata wa tensai desu! (usted es un genio…)”…le respondí con un perfecto japonés de Miyasaki: “Anata wa sori desu…” (usted es un primer ministro…)” …para sorpresa de nadie, mis clases de Japonés han fracasado…poniéndose las gafas oscuras dijo la única palabra que le he enseñado en español: “Silencio D san…”…el sol nos aplastaba como solo aplasta a los deshidratados y Bonmi, el taxista de confianza, estaba retrasado como siempre.

A la una y 45 de la tarde saltábamos desde un Toyota Corolla rojo: las calles estaban colapsadas a dos cuadras veía la Gran Mezquita de Abuja. Es momento de correr bajo el sol. La mezquita tiene dos marcos de entrada que dan a un enorme parqueadero, después del primer marco azul estás oficialmente en la mezquita, no hay vendedores y las mujeres deben tener la cabeza cubierta. En frente del marco de la entrada se apilan vendedores de collares, de comida, de telas. Encontré dos libaneses y les pregunté si era posible entrar sin ser Musulmán. Ellos me miraron algo asombrados: “Este es un centro de oración y paz. Porqué razón no podrías entrar…?...ven, te mostraremos el camino…” con alivio dije “gracias…vamos Misao…” ellos dijeron con la misma calma: “donde vamos no puede ir ella…” la miré disculpándome. Estaba resuelto a entrar.

Cuando estaba entrando por el marco de la entrada al parqueadero aparecieron varios carros de policía que cerraron la calle, solo los musulmanes con sus shilabas podía transitar, el cierre se debía a la llegada de Yur’Ardua, el presidente para asistir a la oración. En el parqueadero había dos camiones de trasmisión de televisión, solo hombres caminando rápido hacía la entrada, pordioseros de lenguas desconocidas, te encuentras unas escaleras, y mas escaleras y después te paras enfrente de la mezquita, es gigantesca, perfectamente cuadrada, a la entrada niños piden que dejes tu zapatos. Entras descalzo y a pesar de tu apariencia totalmente occidental nadie te pregunta nada. Cada uno esta en los suyo, totalmente el paz.

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