La organización humanitaria en la que trabajo tiene varios centros administrativos: París, Barcelona, Ámsterdam, Bruselas, entre otros. Cada sección tiene un diferente enfoque de trabajo, y funcionamiento interno. La sección holandesa es conocida por sus buenos salarios, y por ser los primeros en evacuar cuando hay problemas de seguridad, la francesa es famosa por sus largas reuniones, por llegar primero a las emergencias e irse últimos cuando las condiciones de seguridad se complican, la sección española es conocida por no ser exigente en alojamiento y por tener las mejores fiestas. En mi breve visita a Abuja tuve la oportunidad de asistir a una de las mitológicas fiestas de la sección española. Al poco tiempo de llegar y escuchar la música a todo volumen, estaba decidido a cambiarme de sección el próximo año, al amanecer, con un poco mas de sentido común, me preguntaba si podría sobrevivir su ritmo.
A la fiesta asistió la crema y nata de la ayuda humanitaria en Nigeria: había dos jefes de misión, la Jefe de Emergencia del norte, quien para mi sorpresa recordaba mi nombre, coordinadores médicos, logistas, Administradores. Me senté con el animado grupo de españolas quienes, aunque solo he visto tres veces en cinco meses, gritaron mi nombre a través del cuarto y me dieron un sentido abrazo. Varias están en su primera misión y nuestras conversaciones han cambiado desde nuestra llegada: Al principio hablábamos de África y su gente, de las condiciones de vida en terreno, de la comida Nigeriana. Ahora hablamos con propiedad de las medidas de seguridad, de la situación política de la región, y de cuanto tiempo nos queda en misión. Irene dijo gritando entre la música: “me queda poco…en dos meses aterrizo en Barcelona…”, le dije riendo: “siete semanas…y no extiendo ni un día…”, Beatriz dijo feliz: “…dos semanas, tío….dos semanas….”
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