Cada vez que un puesto queda disponible en la organización una intrincada maquinaria de llamadas, correos y compra de pasajes empieza a moverse en centros de reclutamiento como Sydney, Roma, Tokio, Paris, NY, entre otros. El expatriado seleccionado empieza a recibir información con semanas de anticipación. En mi caso fueron alredor de tres correos en inglés y francés con pasajes, forma precisa de llegar desde JFK hasta el hotel y del hotel a las oficinas, nombres, mapas, y hasta teléfonos de emergencia en NY. Recibí también documentos sobre Nigeria, sobre Port Harcourt, medidas de seguridad, códigos de vestimenta, clima y precios. En el momento de mi salida de Bogotá sabía el nombre del taxista que me recogería en Abuja.
Desde que sale de su casa el expatriado está en una carrera de relevos de responsabilidades. La oficina de reclutamiento lo lleva hasta la capital del país de destino. En el momento en que se baja del avión pasa a ser responsabilidad del equipo de coordinación, quien a su vez, lo envía a terreno, donde es nuestra responsabilidad traerlo a la seguridad del hospital o la casa expat. En mi caso, tomó siete días llegar desde Bogotá hasta Port Harcourt. En el viaje pasé sin problemas por tres continentes, cinco aeropuertos, e incontables taxistas. Este proceso se repite constantemente por todo el mundo para cada uno de los 3000 expatriados activos. Hacer trabajar esta maquinaria de una forma coordinada requiere una habilidad digna del circo del sol. Imaginen todas las posibilidades de error con expatriados viajando simultáneamente desde Punjab hasta Nueva Delhi y después hasta Abuja con cambio de aeropuerto en Addis Ababa, desde Sydney pasando por Bangkok y con cambio de avión en Dubai. Si una Alemana en Sao Paulo confunde inocentemente Tusday con Thurday, alguien comprará el pasaje equivocado en París y tendremos a un un expat varado por dos días en Cotonou, si un nigeriano no entiende el inglés de una Francesa, alguien no tendrá donde dormir en la amigable Lagos, tan solo es necesario que alguien en Port Harcourt tenga demasiado trabajo, olvide abrir el correo y de repente tenemos a un francés que no habla inglés, en su primera misión, parado frente al aeropuerto de Port Harcourt, viendo a los lados, con la maleta entre las piernas, el chalequito puesto, y sin carro que lo recoja. Désolé Jean Luc!
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